lunes, 7 de mayo de 2018

A Real Nightmare || Capítulo 24

CAPÍTULO 24


Adrián miraba el cuadro esperando a que su prima terminara de arreglarse cuando ella llegó.
-          Primo, vámonos que ya estoy lista.
-          Ya era hora. Que llevo aquí…
-          ¡Deja de quejarte tanto! Vámonos ya anda.




Levantándose del sofá, miró serio a su prima.
-          Martita, no me arrees como los burros.
-          Sabes de sobra que no me gusta que me llamen así. Que tengo 18 años ya tío.
-          Ay, qué ganas de cumplirlos ya…




La joven Marta comenzó a reír ante el comentario de Adrián.
-          Adri, no hay casi diferencia de los 17 a los 18, ¿eh? No te hagas ilusiones.
-          Ya veremos cuando los cumpla. Vas a saber lo que es bueno…
-          Que sí fantasma, ¿nos vamos o qué?




Salieron de la habitación de Adrián y se encontraron a su padre sentado.
-          ¿Os vais ya?-preguntó el hombre-.
-          Sí tito Juan,-contestó Marta-. Vamos a aprovechar el día de sol para darnos una vuelta por el parque.
-          Hacéis muy bien. Vivid la vida que son dos días.




Y en ese momento, la madre de Adrián se acercó a ambos jóvenes.
-          Adrián, vienes a comer, ¿no?
-          Sí claro, sólo vamos a dar una vuelta por ahí.
-          Tened cuidadito. Marta,-dijo hablándole a su sobrina-, échale un ojo porfa.
-          No te preocupes tita Ainhoa, no me separaré de él.
-          Joer macho, ni que fuera un niño pequeño mamá…-dijo algo molesto Adri-.




Levantándose del sillón, Juan intervino.
-          Ainhoa, nuestro hijo es casi mayor de edad. Dale un respiro cielo.
-          Ay, lo sé. Pero no puedo dejar de preocuparme.
-          No va a pasar nada, ya lo verás,-dijo guiñándoles el ojo a los jóvenes-.




Tanto su hijo como su sobrina sonrieron y le dieron las gracias a Juan antes de despedirse de él y de Ainhoa, que sonreía a su marido porque sabía que Juan tenía debilidad con los críos.




Bajando a la casa de Marta, el primero en entrar fue Adri.
-          ¡Buenos días titos!
-          Hola Adri, ¿qué tal?-dijeron ambos-.
-          Bien jeje, Marta,-dijo mirando hacia atrás-, ¿vas a entrar o no?
-          ¡Espera que me ate los cordones, coño!




Momentos después, entró la primogénita de Mateo y Fina.
-          Papá, mamá, nos vamos al parque, ¿vale?
-          Vale, pero llévate a tu hermano,-dijo Mateo-.
-          ¿A Lucas? ¿Por qué?
-          Marta, hazle caso a tu padre y pregúntale a tu hermano si quiere ir con vosotros, aunque sea eso,-dijo Fina con más simpatía-.




Era curioso cómo en un abrir y cerrar de ojos se habían convertido en unos padres adultos y maduros de hijos adolescentes o entrando en dicha etapa. Para ellos, los 22 años que llevaban casados habían pasado volando, sin ser conscientes realmente de cómo su hija Marta iba creciendo, cómo entraba en el colegio, cómo nació su hermano Lucas más tarde… Todo había pasado muy rápido. Y qué decir de Juan y Ainhoa, 21 años de casados y con un estupendo hijo clavadito a su padre salvo en los ojos. Verse todos juntos y con tan buen rollo en la familia era una alegría continua para cada uno de ellos.




Yendo hacia el cuarto de su hermano, Marta llamó a la puerta y cuando le dio permiso Lucas, entró.
-          Enano, el primo Adri y yo vamos a ir al parque, ¿quieres venir?
-          No, gracias. Me dijo Sofía que vendría a casa para salir a jugar juntos.
-          Ah vale, pues nos vemos después. Y no gastes bromas a la gente, que la última vez me la cargué yo por tu culpa.
-          Jijiji.
-          No, no te rías que estuve castigada dos semanas.




Lucas era el hijo menor de Mateo y Fina. Tenía 10 años y estaba hecho todo un gamberrete. Le encantaba reír, gastar bromas, jugar con sus amigos… Y meter en problemas a su hermana mayor. Ese era su deporte favorito. Físicamente se parecía mucho a Mateo, pero los ojos eran los de su difunto abuelo Marco.




Minutos más tarde, Adri y Marta salieron de casa cuando un señor les hizo una pregunta.
-          Perdón, ¿vivís aquí?
-          Sí, ¿qué quiere?
-          Verá, quería saber si este sigue siendo el domicilio de la familia Rosales…




Marta le sonrió amablemente mientras que Adri no se fiaba mucho, ya que era la primera vez que lo veía.
-          Sí, vivimos aquí,-contestó Marta-. ¿A quién busca exactamente?
-          Pues… a Mateo, si pudiera ser.
-          ¿A mi padre? Sí claro, ahora mismo está en casa, pase,-dijo sujetándole la puerta para que no se cerrara-.




Aquel hombre se quedó sorprendido al ver a esa jovencita. ¿Aquella muchacha era hija de Mateo? Por Dios, qué rápido pasaba el tiempo…




Siguiendo su camino, los primos se pusieron a andar, pero a Adri le corroía la curiosidad.
-          ¿Quién crees que será este tío, Marta?
-          No tengo ni idea, pero si busca a mi padre me imagino que lo conocerá de algo.




Subiendo al primer piso, llamó al timbre y esperó mientras miraba a su alrededor. ¿Ahí a la derecha no estaban las puertas de entrada para el dúplex?




Un momento después, Mateo abrió la puerta.
-          Sí, ¿qué desea?
-          ¿Mateo? ¿Eres tú?
-          Sí, ¿quién es usted?




Aquel hombre cambió su expresión facial y comenzó a aguantar las lágrimas.
-          Soy yo, Esteban, ¿no me recuerdas?
-          ¿Esteban? ¿En serio eres tú?
-          El mismo que viste hace casi 23 años…
-          Pero, pero…




Y sin poder decir más palabras, ambos viejos amigos se dieron un fuerte abrazo. Hacía más de 20 años que no se veían desde aquella despedida en la entrada del edificio.
-          ¿Qué te trae por aquí? ¿Y Lucía?
-          Lucía vendrá ahora con los niños, que le dije que se quedara en el hotel por si acaso no os encontraba.
-          Pero bueno… ¡Pasa hombre! Verás qué sorpresa se va a llevar Fina…




Entrando Mateo en casa, se dirigió a su mujer mientras Esteban permanecía en segundo plano.
-          Cariño, adivina quién ha venido a vernos…
-          ¡ESTEBAN!-gritó como una loca Fina-.
-          Coño, no me esperaba que lo averiguaras tan pronto,-dijo Mateo riéndose-.




Fina fue corriendo a abrazar a Esteban.
-          No sabes las de veces que nos hemos acordado de ti. ¡Te hemos echado de menos!
-          Y yo a vosotros, pero fue necesario lo que hicimos.
-          Eso te iba a preguntar, ¿dónde está Lucía?
-          La tengo que avisar para que venga con los niños, que como no sabíamos si seguíais viviendo aquí, no la quise traer en balde.




Y mientras Esteban avisaba a Lucía, Mateo aprovechó para llamar a Lucas y que así conociera a su mejor amigo.
-          ¡Ven Lucas!
-          ¿Qué pasa papá?




Lucas salió de su dormitorio que no era otro que parte del antiguo salón de dúplex. Tras casarse, el padre de Fina consiguió que el dueño del edificio se lo vendiera a Mateo y a Juan, que unificaron cada planta salvo el bajo, para poder tener una casa más amplia cada uno, ya que Marco se había mudado con Estela a la casa de ella antes de fallecer ambos. De esta forma, Juan y Mateo seguirían viviendo en el mismo edificio con sus respectivas familias y mantenerse unidos.




Al llegar al salón, el pequeño Lucas saludó a la visita y Fina se lo presentó formalmente.
-          Mateo,-dijo Esteban-, es igualito a ti, tío. Salvo en los ojos, por lo demás eres tú enterito.
-          No hay duda de que es digno hijo de su padre,-comentó Fina-. Y si vieras a la mayor…
-          Creo que la he conocido abajo en la puerta. ¿Es la muchacha con los ojos claros?
-          Sí, es esa. El otro chico es el hijo de Juan y Ainhoa.
-          ¡¿Ese tiarrón?!




Mateo se acordó de que su cuñada y su hermano no sabían de la llegada de Esteban, por lo que subió para avisarlos. Como tenía llave, entró sin llamar y se encontró una situación algo… incómoda.
-          ¡CHICOS! No sabéis…




El matrimonio continuó besándose sin darse cuenta de que Mateo había entrado en la casa.
-          Ejem, ejem,-carraspeó Mateo fuerte-.




Levantándose del sofá, Juan fue hacia su hermano para saber qué quería.
-          ¿Qué ocurre Mateo? ¿No sabes que tienes que llamar a la puerta?
-          Sí, pero eso no es importante ahora. Tenéis que venir conmigo a mi casa…
-          ¿Qué pasa?-quiso saber Ainhoa-.
-          Ahora lo veréis, pero tenéis que venir YA.




Mientras Mateo subía a avisar a su hermano y su cuñada, Fina se quedó hablando con Esteban, poniéndose al día antes de que volviera.
-          Y eso,-decía Esteban-, comencé a trabajar en un gimnasio como monitor y entrenador personal, daba mis clases… Lucía comenzó la universidad, pero se quedó embarazada muy pronto y de mellizos, nada más y nada menos. Claro, imagínate qué locura en la casa con dos bebés a la vez. Pero bueno, salimos hacia delante y al año nos casamos y fue cuando me pusieron como jefe del gimnasio en el que estaba trabajando. Con el tiempo quise abrir mi propio negocio, pero pensé en asociarme con el dueño del gym donde estaba trabajando y así comenzó la franquicia que tenemos ahora. Hemos abierto 5 gimnasios por toda la ciudad y nos seguimos expandiendo por el territorio regional. ¿Y vosotros cómo os ha ido?
-          Pues bastante bien. Laboralmente no nos podemos quejar porque ahora soy la directora del colegio, Mateo es el jefe del parque de bomberos y nuestros hijos sacan buenas notas, no nos dan mucho que hacer… Hemos tenido buena vida.
-          ¿Y Marco?
-          Ah, Marco murió el año pasado.
-          Vaya, lo siento mucho. Me hubiera gustado verlo de nuevo.
-          Habría sido genial, pero al menos no sufrió. Se nos fue mientras dormía una noche. Estela, por su parte, murió antes, hace cinco años.
-          ¿Y cómo llevó Marco la pérdida?
-          Pues mucho mejor que con Luisa, la madre de Mateo, pero aun así, no quiso volver a casa y prefirió vivir sólo hasta que…
-          ¡Chicos!-dijo Mateo entrando por la puerta-. Que ya vienen…




Al entrar, vieron a un hombre sentado hablando con Fina, pero al estar de espaldas no lo reconocían.
-          ¡Hola Fina!-saludaron ambos-.
-          Muy buenas a los dos. Veréis, es que tenemos una visita y nos gustaría que estuvierais con nosotros.
-          Ah, estupendo,-dijeron algo cortados-.




Pero en ese momento Esteban se levantó y se giró, poniéndose frente a ellos cara a cara. La expresión de Esteban era de asombro total…




Al verlo, Juan creyó caer en la cuenta de que era Esteban, pero no estaba muy seguro del todo. Ainhoa por su parte, no tenía ni repajolera idea de quién era ese señor.
-          Ainhoa, ¿no me reconoces?-preguntó Esteban con una sonrisa-.
-          Ay, ¿no serás…?-dijo poniendo los ojos fuera de sus órbitas-.
-          ¿Esteban?-dijo él mismo-.
-          ¡Ayyyy! ¡La madre que te parió!




Ainhoa se acercó a él y lo abrazó fuertemente. Hacía casi un cuarto de siglo que no se veían y no lo había reconocido sin su pelo largo, sin el pendiente ¡y con esas gafas!




Juan también hizo lo mismo y abrazó efusivamente a Esteban.
-          Pero bueno compañero, menudo cambio. ¿Dónde están esas greñas? ¿Y esas gafas? Pareces más intelectual y todo.
-          Que no te engañen, las tengo no por parecer más intelectual, sino porque si me las quito no veo una mierda jajaja. Qué mala es la edad.




Mientras tanto, los primos disfrutaban de la música en vivo que había en el parque gracias a dos intérpretes anónimos.
-          Suenan muy bien, ¿verdad?-afirmaba Marta-.
-          Son la caña prima.




Pero alguien hizo que Marta mirara hacia otro lado, al igual que a Adri.
-          Pero bueno, ¿has visto qué rubio?-preguntaba Marta comiéndoselo con los ojos-.
-          ¿Y tú a la rubia? Qué maravilla…




CONTINUARÁ…

No hay comentarios:

Publicar un comentario