jueves, 12 de abril de 2018

A Real Nightmare || Capítulo 17

CAPÍTULO 17


Fina bajó lo más rápido que pudo y llamó a Mateo.
-          ¿Se puede saber qué está pasando, Mateo?
-          Ainhoa, que ha venido a echarme la bronca por Esteban.
-          ¿Y tú qué tienes que ver en todo esto?
-          Eso me gustaría saber a mí…




Juan bajó con Ainhoa sin las manos esposadas, ya que no veía la necesidad pero, cuando vio a Esteban, no tuvo más remedio. El chico acababa de salir de la casa de Juan con dirección a su casa, pero al encontrarse esa situación, se quedó quieto alucinando al verla esposada.
-          ¡HIJO DE PUTA! TE VAS A ENTERAR CABRÓN DE MIERDA, ¡YA VERÁS!
-          Esteban, espérame en mi casa, que tú y yo tenemos que hablar después,-dijo Juan aguantando los brazos femeninos evitando que Ainhoa se abalanzara sobre él.




A todo esto, Kiko observaba toda la situación desde la portería.
-          Esto es mejor que una telenovela…




Esteban, haciendo caso a su amigo, entró en la casa y se sentó para esperarlo. Sin embargo, como tardaba mucho, se aburría soberanamente.




Poco después, la puerta de la casa de Mateo volvió a sonar.
-          Ay Dios, ¿hoy no nos van a dejar en paz?-dijo Fina cansada-.
-          Ya abro yo.




Al abrir, se encontró con la sonrisa de Esteban.
-          Perdón por molestar de nuevo, pero Juan me dijo que lo esperara y en su casa me aburro. ¿Puedo esperarlo aquí?-preguntó con temor mientras que Mateo miraba a Fina para saber si aprobación-.
-          Anda, pasa Esteban,-dijo Fina desde el sofá-.
-          ¡Gracias! Sois los mejores.




Esteban quiso saber por qué Juan se llevaba esposada a Ainhoa y Mateo se lo contó todo mientras preparaba la consola para jugar unas carreras y, así, distraerse de una vez por todas.




Los tres se pusieron a jugar incansablemente y a ganar carreras menos Mateo, que si lograba quedar segundo era un milagro.




Como una hora después, Juan entró en la casa de su hermano. Al no verlo en su casa, se imaginó que estaría allí, pero verlos jugando a la consola no se lo esperaba.
-          Pero… ¿qué hacéis?
-          Jugar, ¿no lo ves?-dijo Mateo-.
-          Coge un mando y únete, vamos,-invitó Esteban con energía-.




Y así hizo Juan, que uniéndose a su hermano Mateo, formaron un buen equipo y comenzaron a derrotar a los terribles Esteban y Fina.
-          ¿Qué ha pasado al final?-quiso saber Esteban-.
-          La llevé a comisaría y la metimos en el calabozo. Le han puesto una fianza y allí la he dejado.




Al día siguiente y tras haber pasado una noche entera en el calabozo, una derrotada Ainhoa llegó a su casa después de que le pagaran la fianza. Todos los humos que tenía se le habían bajado y el tiempo que estuvo encerrada le hizo replantearse un montón de cosas. Su trabajo le generaba ingresos, pero… ¿cómo era ella como jefa? Fatal. Ahora lo veía claro.




Además, la noche con Esteban estuvo bien y debería haberse quedado en eso, una noche. El problema fue que ella se lo había llevado al terreno personal y eso es lo que le hizo replantearse si estaba preparada para tener diversos amantes o, sin embargo, ser mujer de un solo hombre. Había estado muy mal por su parte el comportamiento y, cuando cogiera fuerzas, pediría disculpas. Lo peor era que su estado de humor estaba causado por recibir una serie de amenazas que… Traerían cola.




Pero el día de la detención de Ainhoa, una llamada de teléfono hizo que Fina dejara de jugar.
-          ¿Dígame? Sí, soy yo. ¿Cómo? Sí, sí, no hay problema. ¿Mañana entonces? Much… Sí dígame, ajá, pues creo que conozco a la persona perfecta. ¿Le importa si nos acercamos ahora? ¡Estupendo! En un rato vamos para allá.




Esteban miró a Fina que, conforme iba hablando, dibujaba una sonrisa cada vez más amplia en su rostro.
-          ¿Quién era?
-          Tú, vente conmigo que te he conseguido trabajo.
-          ¿A mí?
-          Bueno, a los dos. Me acaba de llamar el director del colegio, que el profesor de educación física y su mujer, la profesora de educación primaria, se han marchado del colegio porque otro centro educativo les ha ofrecido más dinero y les han dejado en la estacada y necesitan profesores para ya.
-          Pero… ¡eso es estupendo!




Esteban no podía creérselo y se levantó para abrazar a Fina.
-          ¡Muchísimas gracias!
-          No levantes todavía las campanas al vuelo. Tenemos que ir al colegio a entregarle tu currículum.
-          Entonces tengo que pasar por mi casa para cogerlo.
-          ¡Volando!




Y poco más de media hora, ambos se presentaron frente al director del colegio dispuestos a empezar a trabajar rápidamente.




Por otra parte, Kiko también recibía una llamada bastante inquietante. Resulta que desde que salió del mundo de la droga, descubrió otro mundo: el de la pintura. Poco a poco se fue aficionando más y más, de forma que había expuesto un par de cuadros en unas galerías con un prestigio poco más alto que el de la tienda de la esquina. Sin embargo, un experto en arte moderno se puso en contacto con él.
-          ¿Me está pidiendo que le venda mi cuadro por ese precio? Pero… si mi cuadro no vale una mierda. ¡Claro que hablo en serio! Si yo… Vale, si usted lo dice será verdad. Al fin y al cabo es el experto.




Cuando terminó la conversación, Kiko seguía en las nubes. Le había ofrecido cinco millones de euros por uno de sus cuadros y quería que se mudara a la capital para que pintara de forma más asidua para los altos cargos del gobierno.




Tras dos meses desde aquel día, Kiko se había marchado a la capital y el bloque volvía a quedarse sin portero, pero también alguien más se quedaba sin trabajo: Ainhoa. Después de todo ese tiempo buscando gente para trabajar, la mala fama y los comentarios de la gente hicieron que tuviera que echar el cerrojo a la empresa. ¿Qué haría ahora?




Cabizbaja y triste, Ainhoa volvía a su casa cuando Juan llegó del trabajo y la saludó desde atrás. Los ánimos habían vuelto a calmarse tras una disculpa individual de la muchacha a cada uno de los implicados.
-          ¡Ainhoa!




Al girarse, Juan le notó que Ainhoa tenía mala cara.
-          Oye, ¿qué te pasa?
-          Pues que acabo de cerrar mi empresa y estoy fatal. Vuelvo a estar en paro.
-          Vaya, lo siento mucho. Sé lo que significaba eso para ti.
-          Ahora no tengo nada, ni amistades, ni trabajo… ¿Cómo voy a pagar el alquiler?




Ainhoa estaba abatida completamente.
-          Mujer, no seas catastrofista. Ya verás como encuentras un trabajo pronto y puedes seguir pagando el alquiler.
-          ¿Y si no encuentro nada? No lo sé. De lo que estoy segura es de que necesito estar sola varios días.




Juan, en ese mismo instante, tuvo una brillante idea.
-          ¿Y por qué no trabajas aquí?
-          ¿Aquí? ¿Dónde?
-          ¡En la portería! Mira, te vas a la casa de la portería y así pagarías un alquiler mucho más bajo y trabajas vigilando y haciendo todas las tareas que tiene un portero. ¿Qué me dices? Es una buena solución.




Ainhoa comenzó a sonreír. Le parecía una buena idea, al menos de momento. Así podría salir al paso y continuar con su vida. Le tenía un aprecio especial a Juan ya que fue el único que, desde el primer momento, le tendió la mano.




Juan estaba encantado de poder ayudar siempre que alguien lo necesitara y, si estaba en su mano, haría lo posible para encontrar lo mejor para los demás. Además, notaba cierto cambio en Ainhoa que le hacía darle un voto de confianza.




Entrando en la casa que le pertenecía, vio cómo tenía todo Kiko y cómo era la casa.
-          Menudo destrozo de casa… Tendría que echar la casa abajo. ¿Y si no gasto parte de mis ahorros en arreglar este piso? Al fin y al cabo, si voy a trabajar y vivir aquí, quiero estar lo más cómoda posible.




Dicho y hecho. A Juan le pareció una buena idea y se ofreció para ayudarla y, de esa forma, reducir costes a la muchacha. Tras comenzar a arrancar la moqueta, descubrieron un bello suelo de madera. ¿A quién se le ocurría tapar la madera con una moqueta tan fea? Y la pared de la cocina… ¡fuera! Ainhoa quería una casa de concepto abierto.




Ainhoa se sentía en deuda con Juan porque siempre estaba ahí ayudándola cada vez que tenía un hueco libre. Aún quedaba mucho trabajo por hacer y el dinero se iba agotando, por lo que Juan intercedió para que el banco le concediera un préstamo y poder terminar la casa.
-          Muchas gracias por haberme acompañado hoy al banco Juan. Eres fantástico.
-          No me las des mujer. Lo que sea por una amiga.




Ainhoa sonrió y, por primera vez en mucho tiempo, volvió a sentir un gusanillo por el estómago. ¿Se estaba enamorando de Juan? Ajeno a los sentimientos femeninos, Juan abrió los brazos y abrazó a la muchacha con simpatía.




Los pocos muebles que se salvaban de la reforma, dormían en la entrada hasta que Mateo y Fina salieran del trabajo para unirse a la reforma y guardarlos en el trastero.




Dentro del piso, el trabajo no paraba.
-          A la de tres, tiramos los dos a la vez, ¿vale?-decía Juan.
-          Hecho.
-          Una, dos… ¡tres!




CONTINUARÁ…

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