jueves, 1 de marzo de 2018

A Real Nightmare || Capítulo 5

CAPÍTULO 5


La pareja, ya en casa, comenzó a besarse, a darse caricias por la cara, el cuello y bajando por la espalda, haciendo que la ropa fuera sobrando poco a poco.




Antonio veía en la tele un programa de cocina a todo volumen, ya que, al estar un poco sordo, no oía bien.




Los sospechosos entraron sin encontrarse ninguna oposición.
-          Sube tú primero,-decía el rubio-, vaya a ser que venga alguien por arriba o por aquí. Nos avisamos.
-          Vale.




Subieron a la planta superior y no vieron a nadie así que ambos se fueron hacia la puerta de la casa de Kiko.
-          Deja al maestro ahora. Es mi turno,-presumía el rubio-.




A todo esto, Mateo y Ainhoa continuaban con su rosario de caricias y besos, disfrutando de unos buenos preliminares antes de hacer el amor.




Un par de minutos después, los asaltantes entraron en casa de Kiko.
-          Et voilà! ¿Soy un crack o qué?
-          Venga, démonos prisa. Ese desgraciado se va a arrepentir de haber roto el trato con nuestra empresa.




Unos minutos más tarde, más de media casa había sido desvalijada. Televisión, sillón, alfombra… Se habían llevado de todo.




El rubio era el cabecilla y el que mandaba en la operación. Mirando al escritorio, no vio necesario el llevárselo, ya que habían robado muchas cosas seguro que lo venderían por mucha pasta.
-          ¡John! ¿Qué estás haciendo?




El tal John aprovechaba para orinar antes de irse.
-          ¡Voy! Que estoy meando.




Al salir, repasaron todo lo que se habían llevado y chocaron las manos satisfechos por todo lo que habían conseguido.




Bajando cuidadosamente, se metieron en el camión que habían traído para cargar los muebles y se fueron sin hacer ruido.




Al día siguiente, muy temprano por la mañana, Antonio se levantaba para darse una ducha y comenzar su jornada laboral.




Rato después, subió para regar las plantas de la casa de Kiko. Como era el portero, tenía la llave maestra que abría todas las puertas del edificio.




Pero al entrar, la sorpresa que se llevó no fue muy grata.
-          Pero… ¡¿dónde están los muebles?!




Sin esperar ni un solo minuto más, llamó a la policía para denunciar el robo.




Y después, llamó al propietario del piso, es decir, a Kiko.
-          Señor Montoya, soy Antonio. Verá, acabo de subir a su casa para regar las plantas y… No hay apenas muebles. No, no es ninguna broma. Acabo de llamar a la policía y… No tengo ni idea de cómo ha podido pasar. Vale, le espero entonces.




La policía llegó y Antonio les abrió la puerta para que pudieran dejar el coche aparcado sin molestar el tránsito normal de la carretera.




Un par de horas más tarde, Kiko llegó al edificio y se encontraba de lo más serio que había visto nunca Antonio.
-          Antonio, he llegado lo más rápido posible en el primer vuelo de la mañana.
-          Siento tener que haberle molestado…




Kiko le preguntó a Antonio lo ocurrido.
-          No tengo ni idea. Ayer me fui a la misma hora de siempre, vi mi documental y me fui a la cama y esta mañana al subir me he encontrado el piso casi vacío.
-          ¿La policía sabe algo?
-          Están analizando todo por si encuentran huellas o alguna pista que les lleve a los ladrones.




Antonio no paraba de disculparse con Kiko porque se sentía responsable de lo ocurrido.
-          Soy el portero del bloque y debería haber estado más atento. Soy un pésimo portero.
-          No se preocupe. Somos humanos y tenemos derecho a descansar. No es culpa suya.




Pero Antonio seguía sintiéndose culpable. Kiko, por su parte, sabía que no era culpa de Antonio, sino únicamente de los ladrones, pero… ¿quién podía querer robarle a él?




Cuando terminó de hablar con Antonio, Kiko entró en la casa para hablar con la policía y clarificar las cosas.




Esa misma mañana, unas horas más tarde, Mateo llegaba a casa después de una intensa mañana de footing. Era domingo, por lo que tenía el día libre.




Yendo hacia la piscina para darse un chapuzón, se encontró con Esteban para la sorpresa de Mateo.




Acercándose a él, le preguntó qué hacía allí.
-          Esteban, ¿qué estás haciendo aquí?
-          Ahora vivo aquí.
-          ¿Ah sí? ¿Y desde cuándo tío?




Esteban se levantó con gesto agrio y comenzó a burlarse de Mateo.
-          Desde que me salió de la punta del cipote. ¿Me puedes dejar en paz Mateíto?
-          Oye, que sólo intento ser simpático colega.
-          A ver si te enteras que no quiero nada contigo, ni amistad, ni buen rollo, nada.




Mateo no comprendía por qué estaba Esteban así con él. No podía creerse que fuera así por una tonta discusión en el pasado. Y si era así, no se imaginaba que podía ser tan rencoroso.




Pero Esteban, sin parar de mofarse, seguía con sus insultos y burlas.
-          Bueno, hay una cosa que sí quiero de ti, pero… Ya lo tengo así que…
-          ¿El qué?
-          A tu “novia”, que para quererte tanto como dices, bien que me la chupó la otra noche.




No podía creerse lo que le acababa de decir su compañero de trabajo. Confiaba mucho en Ainhoa y no la creía capaz de semejante cosa.




Saltando en favor de su novia, Mateo comenzó a gritar muy enfadado.
-          ¡No te consiento que hables así de mi novia! Me ha elegido a mí te guste o no, así que te jodes y miras a otra. Porque como se te vuelva a ocurrir decir algo así te partiré la cara yo mismo.
-          Que sí tío, que no me grites, me estás dejando sordo. Ale, me voy. Paso de seguir aguantando a tíos que no saben aceptar la realidad…




Mateo se quedó pensativo. Creía ciegamente en Ainhoa, pero las palabras de Esteban le habían hecho plantearse la opción de que algo de lo que había dicho era verdad. Esteban se alejaba de él cuando se encontró de frente con la novia de su compañero…




CONTINUARÁ…

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