miércoles, 31 de agosto de 2016

Hate | Capítulo 10

CAPÍTULO 10

Como pudo, Carlton logró incorporarse para poder ver mejor la cara a Nico.
-          No sé cómo no pude caer en la cuenta de que tú estarías también detrás de todo esto.
-          Es muy fácil. Tú le hiciste la vida imposible a mi padre y ahora yo te la hago a ti. Es ley de vida…
-          Ni a ti ni a mi madre os hice nada. Quería que el mundo supiera la verdad, que tu padre no era el hombre perfecto de familia perfecta, eso es todo. Si de verdad crees que me equivoqué, págalo conmigo, tortúrame, mátame, hazme lo que quieras, pero a mi familia déjala en paz porque ellos no tienen nada que ver con esto.


Nico se reía tras el cristal, disfrutando de la situación como un verdadero demente.
-          Me hace gracia que digas que tu familia no tiene nada que ver. Sí que tiene que ver y mucho porque tu familia va ligada a ti, igual que nosotros estaremos ligados por sangre para siempre. Porque si tú pringas, los demás pringan. Igual que pringó mi padre y pringamos todos con él.
-          Eres un malnacido.
-          Dime lo que quieras, pero yo tengo el poder de todo. Yo soy el que manda aquí y nada ni nadie me lo va a impedir.
-          ¿Por qué me tienes tanto odio?
-          Te voy a contar una historia verídica…


*Narración por Nico*

Hace ya muchos años, con los 18 ya cumplidos, seguía viviendo con mi madre y viendo a mi padre a escondidas. Mi madre no quería que lo viera porque nada bueno podía venir de él. Pero un día, harto de esa situación, fui a su habitación dispuesto a hablar con ella.


Sabía que iba a irse a una comida de empresa pero aún estaba a tiempo.
-          Mamá, ¿te pillo en mal momento?
-          Tengo que estar abajo en 5 minutos, que vendrá a recogerme la limusina.
-          Sólo será un momento.
-          Entra.

Mi madre, tras el divorcio, se dedicó a hacer exclusivas hablando del tema de mi padre y haciéndose la víctima. Todo el mundo la creía y obligaba a mi padre a esconderse tras la pinta de un indigente, viviendo en la calle para que nadie lo reconociera. Ver a mi padre así, sabiendo que era por tu culpa, hacía que mi odio aumentara, por ti y por mi madre.
-          Mamá, ¿podría venirse papá a comer a casa? Así no comeré solo.
-          De ninguna manera jovencito. Ya te dije que no tuvieras relación con ese individuo y aun así me consta que lo has visto a escondidas, por lo que ni mucho menos va a volver a pisar esta casa.
-          ¡Pero mamá! Es mi padre.
-          Como si es el mismísimo Papa de Roma, te he dicho que no y es que no.


No reconocía a mi madre. Tanto dinero que había ganado explotando los recursos de mi padre, tantas exclusivas en revistas y programas del corazón… La habían corrompido.
-          Así que tú te quedas en casa. Te dejé comida en la nevera así que te sirves lo que más te apetezca. Y como yo me entere que entra tu padre aquí o lo ves, te mando al internado más lejos que haya de aquí, ¿ha quedado claro?


Las ganas que tenía de hacer lo que me diera la gana iban en aumento, pero debía mantener la calma. Era más fácil asentir y luego hacer lo que quisiera.
-          ¿Podré quedar después con los hijos de los Rodríguez en su casa?
-          ¿Los hijos de Fernando? ¿Ese científicucho de tres al cuarto? No son dignos de ti, hijo. Deberías juntarte más con el hijo del alcalde, ese sí que es un buen chico.
-          Vale mamá, lo siento.
-          Y ahora te dejo que me tengo que ir. Ya he perdido demasiado tiempo aquí.


Tras comer, mi madre volvió y se echó una siesta en la cama. Le dije que iba a la casa del alcalde para ver a su hijo y que así se quedara más tranquila, pero en realidad iba a ver a mi padre para contarle algo que se me había ocurrido.


Me dirigí hacia el peñón de Barbarroja, donde se solía encontrar siempre y desde lejos lo pude vislumbrar.


Al verme, mi padre vino hacia mi encuentro y me saludó.
-          ¡Qué alegría verte por aquí! ¿Te han seguido?
-          No, mamá se cree que he quedado con el estúpido hijo del director.
-          ¿Ese no es el que le pegó una paliza al pardillo de vuestro colegio?
-          El mismo, pero eso son “chismes que se inventa la gente”, ya sabes papá.
-          Ya… Pero bueno, ¿qué tal todo?


Le conté por encima la conversación que había tenido con mamá aquel día y se enfadó mucho.
-          No sé por qué me odia tanto. Debería haberme apoyado en ese momento, tenía todo a mi favor para ganar a ese Trump pero ella decidió mirar hacia otro lado y hacer como si no existiera en este mundo. No me merezco estar así. Yo lo único que quería era tener una posición elevada para poderos mantener en una vida por todo lo alto, llena de lujos, viajes y caprichos.
-          Pues tengo una idea que puede hacer que esto cambie.
-          ¿A qué te refieres? ¿Qué idea?


Comencé a contarle la idea a mi padre que fue cambiando su expresión poco a poco. Lo estaba convenciendo.


Mi padre escuchaba atentamente mis explicaciones.
-          Lo tienes todo pensado, hijo. Muy bien.
-          ¿Te va gustando la idea?
-          Me encanta. Al fin viviremos como queramos y libres de cualquier carga.


Cuando terminé de explicarle todo, sonrió de oreja a oreja.
-          ¿Trato hecho papá?
-          Trato hecho, hagámoslo.


Pero en ese momento cambió la expresión.
-          Espera un momento, ¿de verdad quieres hacer eso? Ten en cuenta que si lo hacemos, nos jugamos mucho.
-          Si no nos arriesgamos, nunca podremos saber si funciona o no el plan.
-          Tienes razón, debemos ser personas valientes, somos los hombres de la familia y debemos actual como tal.


Fuimos a casa cuando teníamos todo preparado y ahí mi padre volvió a echarse atrás.
-          No estoy seguro de que lo quiera hacer. Nunca he hecho nada de esto… Me siento como cuando tenía tu edad y mi hermano quería que hiciéramos cosas que no estaban bien. Yo quiero ser alguien legal, que no se mete en problemas.
-          Y así te va… Papá, escúchame. No soy tu hermano, soy tu hijo y yo esto no puedo hacerlo solo.
Lo hemos hablado y conoces el plan perfectamente. Es ahora o nunca. ¿Repasamos por si se te olvida algo?


Si el plan tenía que salir bien, debíamos hacerlo perfectamente, sin olvidar ningún detalle.
-          Mamá está haciendo sus ejercicios en la piscina, me meteré con ella y le diré de nadar y bucear juntos. Cuando estemos haciendo eso, aprovechas para acercarte a la piscina con la piedra, la coges y se la revientas en la cabeza. Y si no muere a la primera te la agarro y hasta que no le partamos la cabeza en dos no paramos. Tenemos que asegurarnos.


Unos minutos más tarde, Nico ya se encontraba en la piscina y estaba decidido a seguir con el plan.
-          Mamá, ¿por qué no buceamos un rato?
-          Acabamos de hacer varios largos en la piscina. Espera que recupere el aliento.
-          Bueno pues… ¡probemos quién aguanta más tiempo dentro del agua!
-          Venga, pero después me dejas en paz y te pones con las maquinitas o lo que quieras.
-          Está bien.


Nos metimos debajo del agua y aguanté la respiración más que otras veces. En cuanto vi que comenzó a subir vi a mi padre a sus espaldas agarrando la piedra.


En cuanto cogió una bocanada de aire mirando hacia el cielo, mi padre alzó las manos y le lanzó la piedra con todas sus fuerzas, provocándole una herida mortal en la cabeza.


Al ver el cuerpo inerte de mi madre, supe que todo había salido como planeaba desde hacía bastante tiempo.
-          Corre papá, vete al despacho y llama a tu amigo que trabaja en el cementerio, debemos incinerar a mamá.
-          Voy corriendo.
-          Mientras yo me encargo de hacer desaparecer la piedra, sacar a mamá de la piscina y quitarle el agua.


Desde ese momento, papá y yo vivimos cómodamente en nuestra casa. Todo había salido a pedir de boca, justo como yo lo había planeado. Nadie sospechó nada y todo el mundo estaba contento. Años más tarde, le tenía una sorpresa preparada.
-          ¡Hola papá! ¿Adivina qué?
-          Hola hijo. ¿Alguien te ha ganado en las pruebas de prácticas de tiro?
-          ¡Qué dices! Nunca me han ganado jaja. ¿Quieres saber lo que me ha pasado?
-          Dímelo que me tienes en ascuas.
-          ¡He aprobado todas las pruebas y la semana que viene me gradúo en el cuerpo de policía!


Papá dejó de hacer la comida y se acercó a mí para darme un abrazo.
-          ¡Ese es mi hijo! Estoy muy orgulloso de ti.
-          Gracias papá. Significa mucho para mí… A partir de ahora, podré tener más libertad para investigar a tu hermano, descubrir en qué ratonera se esconde y aplastarlo como una sucia cucaracha.
-          Hijo, vivimos bien ahora, olvida lo que nos hizo. La vida ya se encargará de él.
-          Papá, matamos a mamá para conseguir todo lo que hemos ganado hasta ahora. El siguiente paso era acabar con tu hermano, ¿o no te acuerdas ya lo que nos hizo hacer? Nada de esto hubiera pasado si él no nos hubiera jodido la vida.
-          Lo sé pero sigue siendo familia nuestra.
-          Anda, dame el abrazo antes de que te arrepientas.


Mi padre me abrazó fuerte.
-          Nunca me arrepentiré de ti. Eres un orgullo para tu padre.
-          ¿Entonces seguimos con el plan?
-          Seguimos.


Años más tarde, después de pedir muchos favores e investigar, te encontré.
-          Papá, lo he encontrado.


Fue entonces cuando fuimos hasta tu ciudad y comenzamos a espiar a tu preciosa familia. A tu mujer, tus queridos gemelos pelirrojos… ¿No te traían buenos recuerdos de tu hermano y tú? Oh y tu querida y adorable hija. ¡Vaya carácter tiene!
-          Sí, por eso no la has podido raptar, ¿verdad hijo de puta?


*Narrador normal*

Carlton había permanecido callado escuchando la historia de su sobrino. No terminaba de asimilar todo lo que habían hecho por el rencor y el odio. Ahora sólo esperaba que, fuera lo que fuera lo que le tuvieran preparado, que pasara rápido.


CONTINUARÁ…

sábado, 27 de agosto de 2016

Hate | Capítulo 9

CAPÍTULO 9

Habían pasado ya 4 días desde que Emma avisara a Carlton y desde ese día habían parado las sensaciones de ser vigilados. Tal vez sería por la presencia de Carlton en casa, pero ahora todos estaban más seguros.


Una noche, Emma fue a ver lo que estaba haciendo su marido pero se lo encontró dormido.
-          Ay pobre, voy a traerle una manta para que no coja frío.


A la mañana siguiente, Carlton se despertó helado.
-          Me he quedado congelado en el sofá. Debería haberme cogido un manta. ¡Emma! ¿Chicos? ¿Hay alguien en casa?


Cuando se giró vio la nota pegada en la pared que decía… “Si quieres ver a tu familia viva roba en la tienda que hace esquina con la calle Marshal y deja el dinero en la basura de al lado. Pronto recibirás más instrucciones.


Carlton se puso a mirar en la habitación de sus hijos pero no encontró a nadie.


Ni en el baño tampoco.


Incluso buscó por su habitación pero no vio a nadie. Pasó el pie por debajo de la cama para ver si notaba algo, ya que no podía agacharse, pero fue imposible, se los habían llevado a todos.


Carlton se visitó lo más rápido que pudo cuando vio unos piececitos saliendo de la cama.
-          ¿Eres tú papá?
-          ¿María?


La pequeña salió de debajo de la cama y abrazó fuertemente a su padre.
-          Papá, he tenido mucho miedo.
-          Tranquila hija, ya estoy aquí, ¿qué te ha pasado?
-          No pude ver mucho, pero escuché dos voces que hablaban entre ellos.
-          ¿Y qué decían esas voces?
-          Estaba muy asustada papá yo…


Carlton intentaba tranquilizar a su hija.
-          No te preocupes nena, ya todo ha pasado. Estás con papá. Todo va a salir bien. ¿Qué pudiste escuchar?
-          Escuché… que te pusieron algo para que te durmieras más, Jack y Peter me dijeron que me metiera en el baño y me escondiera allí y cuando me metí en la bañera…-María comenzó a llorar-.


Su padre le quitó las lágrimas de la cara y la consoló.
-          ¿Y qué pasó cuando te metiste allí?
-          Escuché cómo un hombre comenzó a gritar a Peter y Jack y después mucho ruido y luego silencio.
-          ¿Y tu madre?
-          Escuché que salió al salón y se escuchó un golpe fuerte, como si se hubiera caído al suelo. Preguntaron por mí pero luego te escuché a ti que decías que yo no era importante y que teníais que iros.
-          Oh mierda. Me lo imaginaba.
-          ¿Qué pasa papá?


María miraba a su padre con un poco de temor.
-          No tengas miedo. ¿No te acuerdas que una vez te dije que tenía un hermano gemelo?
-          Sí…
-          Pues ha sido él. Estoy seguro.
-          ¿Y por qué nos tiene que hacer esto? Nosotros no le hemos hecho nada.
-          Lo sé hijita mía, pero es muy vengativo… Ven a mis brazos.


Carlton abrazó fuertemente a su hija mientras notaba cómo una lágrima se le escapaba.
-          Vamos a llamar a tu tía Jo y te vas a ir con ella a su casa.
-          ¿Y qué vas a hacer tú?
-          Ocuparme de todo este asunto…


Tras llevarse su cuñada a María, Carlton salió decidido a parar con esta estúpida rencilla de una vez por todas.


En lugar de seguir las indicaciones de la nota, Carlton fue a su barrio natal, donde seguramente encontraría a su hermano y allí le preguntaría quién era su cómplice y dónde tenía a su familia escondida.


Conforme se iba acercando a la casa, le iba aumentando un pellizco en el estómago imposible de evitar. Una vez allí, abrió la puerta de la casa sin problemas ya que no estaba el seguro echado.


Ron veía un documental en la tele tranquilamente sin saber lo que le esperaba…


Carlton entró sin previo aviso en la habitación al compás de…
-          Hola de nuevo, “hermano”.


Ron se levantó y sin darse cuenta Carlton le estaba dando una serie de guantazos en la cara mientras le gritaba.
-          ¡¿DÓNDE ESTÁN MI MUJER Y MIS HIJOS?!


Ron empujó a su hermano y ambos comenzaron a pelearse duramente. Carlton era bastante más fuerte que su hermano, ya que este estaba más delgado. Ron, como podía, pedía ayuda.


Una de tantas veces que Ron gritó, un policía entró en la habitación.
-          ¿Qué está pasando aquí? ¡Señores parad!


Carlton le propinó una patada en el culo a su hermano.
-          Te arrepentirás de esto malnacido.
-          ¡Señores! ¡Haya paz!


El odio y la ira le corría por todo el cuerpo a Carlton, que no había conseguido sacar ninguna información a su hermano. Y encima ahora tenía a un policía en la casa. La cosa mejoraba por momentos.


Ron salió corriendo del salón gritando al policía.
-          Socorro, este loco ha querido matarme. ¡Deténgale!


Carlton se echó a reír. Siempre había sido un cobarde y ahora con 63 no había cambiado ni una pizca.
-          Queda usted detenido señor. Tiene derecho a permanecer en silencio…


Unas horas más tarde, Carlton comenzó a abrir los ojos lentamente. Tenía un fuerte dolor de cabeza. Estaba tirado en una habitación muy extraña.
-          ¿Dónde estoy? Puf, qué dolor de cabeza…


Carlton tenía dolor en todo el cuerpo y apenas podía incorporarse. Se sentía algo mareado y confuso. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado hasta allí.


Desde fuera, alguien se asomó a la ventana mirando a Carlton. ¿Quién era? ¿Por qué lo tenía ahí? ¿Sería la persona que vigilaba a su familia?


Carlton alzó la vista y lo miró a la cara.
-          ¿Quién eres?
-          Hola tito Carlton… Soy tu sobrino…


CONTINUARÁ…