miércoles, 23 de diciembre de 2015

Capítulo 25 de Manos Blancas (FINAL)

¡Ey! Muy buenas a todos amigos. Aquí vengo otra vez para poneros el final de esta historia... ¡Espero que os guste mucho mucho!

CAPÍTULO 25

Unas semanas después, Igashu había encontrado el trabajo que estaba buscando. Entró en Manos Blancas junto con leo como orador y juntos daban charlas por muchos sitios. Quien más hablaba era Igashu, ya que Leo tuvo una recuperación más sencilla, dentro de lo que cabe. Igashu pudo notar mucho más los efectos en su vida y su estado anímico. Comenzaron por los colegios…


Pasando a los hospitales, concienciando a pacientes como doctores y enfermeros, de que el mundo de las drogas era un lugar muy peligroso y de muy complicado regreso, pero no era imposible. Ahí frente a los ojos de los oyentes tenían dos grandes casos de superación.


Pero, al margen de todo esto, Abbas y Mel, gracias a Manos Blancas comenzaron a salir y se gustaron. No eran novios oficialmente pero existía un romance entre ellos. Esa mañana, habían quedado para ir al gimnasio.


Juntos, comenzaron a hacer ejercicio. Mel para tonificarse y Abbas para coger musculación.


Unas horas más tarde de ese mismo día, Igashu hacía el ensayo de la charla más importante que había dado hasta ahora. Hoy se presentaba nada más y nada menos que al alcalde y al ayuntamiento, así que su discurso estaba lleno de intención y positividad, que es lo que intentaba transmitir.


Y la verdad, es que no lo hacía nada mal.
-        ¡Eso es chicos! Este modo de vida puede ser atractivo al principio, pero es como un anuncio que vi no hace mucho en la tele refiriéndose a este tema. En dicho anuncio se ven a unos jóvenes haciendo cola para entrar a una discoteca y el portero los deja entrar sin ninguna dificultad pero, a la hora de salir, el portero los metía para dentro muy violentamente y volvía a cerrar la puerta. Pues las drogas y el alcohol son así. Son aquel portero que te impide salir, pero vosotros debéis tener más fuerza de voluntad y coraje para decir: ¡Yo puedo!


Un par de horas después, el discurso de Leo acababa de terminar cuando dejó paso a Igashu, que comenzó a hablar ante Nieves, Mel, Leo, su novia Linda y su hermano. El alcalde escuchaba atentamente desde una de las ventanas del ayuntamiento, sin perder ripio de las palabras de Igashu.


En eso que un hombre mayor un poco encorvado, pasaba por ahí y se paró a ver lo que estaba pasando frente al ayuntamiento. Su voz le resultaba familiar y su aspecto…
-        ¡Es el puto indio que se me escapó en aquel bar hace unos años!


Efectivamente, aquel vaquero todavía estaba vivo y seguía acordándose de Igashu, así que, rápidamente fue hasta su coche que acababa de dejar aparcado frente al ayuntamiento. Abrió el maletero y… cogió su escopeta.


Ajeno a todo esto, Igashu seguía hablando sin saber lo que unos minutos después iba a ocurrir…
-        Sí, a mis 19 años he llegado a estar totalmente enganchado a las drogas y el alcohol. Pero un día, gracias a mi hermano aquí presente y mi novia pude decir: “¡Basta ya!”, y desde ese día mi vida ha cambiado por completo. Ahora soy guitarrista en un grupo junto con mi novia y unos amigos más, voy dando charlas a gente con problemas o sin ellos para concienciarles y demostrarles que de todo se sale. A mis 21 años, a día de hoy, puedo decir que soy feliz con mi vida,-terminó Igashu cuando se escuchó el terrible sonido de un disparo-.


La gente comenzó a gritar, muchos corrieron, otros fueron a por Igashu y el alcalde, desde su balcón, mandó apresar al hombre que llevaba la escopeta en la mano. Tras el caos, los nervios, desmayos y… la sangre. La calma volvió. Una calma que escucharía aquel viejo vaquero en su celda de aislamiento hasta que le llegara la hora de morir… en la silla eléctrica.


Pero otra calma también acababa de comenzar. El silencio más profundo que existe en el mundo: la muerte. El cuerpo de Igashu yacía quieto en el suelo, inmóvil, con una leve sonrisa en los labios y a los presentes en su funeral se les repetía en su cabeza una y otra vez la última frase de Igashu: “A día de hoy, puedo decir que soy feliz con mi vida”.


Leo estaba destrozado, no se podía creer que Igashu, un chico de apenas 21 años, acababa de morir. Aquel chico que le hizo entrar en razón, aquel que le dio un empujón que lo llevó a la recuperación. Aquel chico, hoy descansaba en un ataúd…


Mel lloraba sin parar. Era la que menos tiempo llevaba conociendo a Igashu pero por la relación que mantenía con su hermano Abbas, había conseguido cogerle un gran cariño. Ahora, cuando fuera a casa de Abbas, le sería imposible ver a Wolf y a Luna y no poder acordarse de Igashu, aquel joven que iba haciendo el bien y ayudando a los demás.


Abbas estaba a punto de un ataque al corazón. No había parado de llorar en ningún momento desde que, tras el disparo, se acercara corriendo a su hermano y lo agarrara, cogiéndole de la mano y sintiendo cómo el último suspiro de su gemelo, se iba… para siempre.


Linda lloraba amargamente. Su novio, aquel que tantos quebraderos de cabeza le había dado, pero también el único que le había demostrado lo que era auténtico amor, ahora era pasto de gusanos. El amor de su vida, aquel de quien se había enamorado ya no estaba y ese vacío que Linda tenía en su corazón, sería muy difícil de llenar.


Por fin, la tranquilidad, la serenidad iba a llegar a Igashu. Su vida había sido complicada y difícil, vivida de una forma muy rápida. Con apenas 21 años había experimentado rechazo por parte de su familia biológica; amistad por parte de Mitch; soledad durante su adolescencia; compañerismo a la hora de irse a vivir con Mitch, Leo y Linda; desamor viendo a la chica que le gustaba con unos y con otros; tentativas de muerte por su adicción a las drogas y el alcohol; amor por parte de esa chica que tanto deseaba y finalmente, unión, al ver que había encontrado y formado una familia que, aunque pequeña, era su familia…


Pero esto no es un fin, esto es el principio de algo mejor. Igashu ha muerto, pero cada día, cada brisa o cada sonido de tambores nos hará venir a la mente su persona, sus actos y su sonrisa. Igashu tal vez no esté físicamente pero, allá donde esté, sonríe y nos observa abrazado a la madre que tanta falta le hizo y nunca tuvo…

 


domingo, 20 de diciembre de 2015

Capítulo 24 de Manos Blancas

Tras muuuucho muchísimo tiempo sin postear nada en mi blog, vuelvo a las andadas para seguir publicando historias que tengo creadas. Pero antes, hay que terminar la que dejé a medias... MANOS BLANCAS.

CAPÍTULO 24

Unos días más tarde, Igashu se fue temprano por la mañana a buscar trabajo, quería aportar algo de más dinero a la casa, no solo con lo que ganaba por concierto, así que se fue recorriendo la reserva echando currículums.


Luego pasó por el supermercado y se paró a mirar las frutas y verduras que había. Pensó en comprar algo pero recordó que ya tenían las cosas compradas para comer y cenar ese día así que siguió adelante en su camino.


De vuelta a casa, mientras paseaba vio que un pequeño local que desde hacía unos años estaba cerrado, ahora estaba abierto y se fijó en el cartel de la entrada. Le entró una curiosidad enorme y se acercó. Quería saber de qué trataba “Manos Blancas”.


Llamando al timbre, esperó a que le abrieran y una voz de chica sonó y le dijo que se sentara en la sala de espera que enseguida lo atenderían.


Dentro, un hombre le dijo a la que había abierto la puerta…
-        Sal fuera y pregunta qué es lo que desea.
-        Voy.


La muchacha salió de esa sala y fue hasta la de espera y allí se encontró con Igashu sentado.
-        Buenos días, ¿qué desea?
-        Verá, es que acabo de ver el cartel y me ha llamado la atención, principalmente porque yo he estado enganchado a las drogas y me gustaría saber de lo que tratáis aquí.
-        Ah, eso es una buenísima noticia. Si quiere puede pasar conmigo y así le presento a León, el fundador de esto.
-        Estaré encantado.
-        Por aquí, sígame.


La chica, muy amablemente hizo un gesto para que pasara y juntos entraron en la sala donde se encontraba otra chica más.
-        Mel,-preguntó la chica gordita-, ¿y León?
-        Pues acaba de entrar en el baño Nieves.
-        Ah, entonces esperaré.
-        ¿Por?
-        Es que ha venido un muchacho preguntando y quiero presentárselo a León.


La tal Nieves estaba en Manos Blancas por su gordura. Había pasado una gran depresión después de que su novio a punto de casarse la dejara por otra, entonces comenzó a comer y su gordura se ha convertido en obesidad.


La chica del ordenador, Mel, se levantó y saludó a Igashu.
-        Encantada de conocerte. Me llamo Mel, ¿y tú?
-        Yo soy Igashu, encantado.


Mel estaba ahí por otro motivo totalmente distinto: quería dejar de fumar. Había llegado a acabar con 3 paquetes diarios y comenzaba a tener problemas con los bronquios y no quería acabar en una camilla por culpa del tabaco. Buscando por internet, descubrió este lugar y entonces, gracias a la ayuda de León, sus charlas y sus consejos, lo está consiguiendo.


Le dijeron a Igashu que se metiera en el ordenador y así leyera para conocer más sobre Manos Blancas. Entonces, León salió del baño y Mel se acercó.
-        Ha venido un chico nuevo. Dice que tiene mucha curiosidad por esto porque dice que ha pasado por temas de drogas y ya salió.
-        Perfecto, entonces hablaré ahora con él. Muchas gracias.
-        Vale, yo me voy ya que tengo que ir al gimnasio.
-        Ok, nos vemos mañana. Cuídate.


León se acercó a Igashu, todavía no sabía su nombre ni nada, así que quería presentarse y hablar sobre el tema de Manos Blancas y todo.


Justo cuando iba a comenzar a hablar, Mel se despidió desde la puerta.
-        Hasta mañana chicos.
-        Hasta mañana Mel,-dijo León-. 


Igashu al escuchar la voz de León dio un brinco y se puso de pie en menos de dos segundos.


Los dos se miraron fijamente y se quedaron callados. No estaban seguros de quién era cada uno, pero Igashu se adelantó diciendo un nombre…
-        ¿Leo?
-        ¿Igashu?
-        Sí, soy yo.
-        Dios Igashu, soy Leo, tu compañero de piso.


Ambos se alegraron muchísimo de volver a verse después de tanto tiempo. Abrazándose con fuerza no paraban de decirse lo que habían cambiado.
-        ¿Cómo es que te llaman León?
-        Nada, por una coña de Mel y Nieves, que dije que me llamaba Leonardo y me dijeron, León y me he quedado así.
-        Es que eso es lo que me ha despistado, si no hubiera sospechado. Te veo muy bien.


Se separaron del abrazo y comenzaron a hablar.
-        Sí, la verdad es que me vino genial irme con mis padres. Al final mi padre se recuperó y me pidió perdón por su comportamiento y yo también. Comencé a cambiar mis costumbres anteriores por otras nuevas, a tener una cierta normalidad día a día… Todo eso. ¿Y a ti qué tal?
-        Pues bueno, cuando te fuiste tú al poco tiempo a Mitch lo llamaron de Dubai y se tuvo que ir tirando leches para allá porque su padre adoptivo lo pilló.
-        ¿Y qué os quedasteis entonces Linda y tú solos?
-        Sí, aunque más bien se quedó Linda sola, porque yo me amargué totalmente, comencé a beber, a tomarme pastillas, a fumar más todavía…
-        Igashu, nunca me podría imaginar que acabarías así.


Igashu miró a Leo bastante avergonzado.
-        Ya lo sé, pero lo importante es que salí de esa y ya estoy bien.
-        ¿Y cómo lo conseguiste?
-        Me metí en un centro especializado, pero también no me hubiera recuperado sin la ayuda de Linda y de mi hermano.
-        Espera, espera… ¿tu hermano?
-        Ah coño es verdad, que tú no lo sabes… Pues nada, resulta que un día llegó a casa un muchacho preguntando por mí y…


Igashu y Leo se han vuelto a encontrar después de tantos años, ¿qué pasara? Lo sabremos en el último capítulo.

CONTINUARÁ…