martes, 1 de octubre de 2013

Capítulo 21: ¿Arreglando las cosas?

¡Hola! Me vais a matar pero es que no he tenido apenas tiempo hoy para sentarme frente al ordenador y subir el capítulo de hoy, así que ahora os lo pongo. Mañana lo leeréis la mayoría, por lo que lo dejo publicado aquí. ¡Hasta pronto amigos!

CAPÍTULO 21: ¿ARREGLANDO LAS COSAS?

Carlos estaba totalmente abatido. Carmen no le cogía el teléfono y Carlos no sabía lo que hacer para que lo escuchara...
-Oh... Carmen, ¡qué tonto he sido! Si te lo hubiera contado todo desde el principio esto no hubiera ocurrido,-dijo mirando al móvil-. Estoy enamorado de ti y no quiero perderte.


En esas estaba cuando llamaron a la puerta.
- Carlos, la comida está lista, ¿sales a comer?-dijo Mari desde el otro lado-.
- No mamá, no tengo hambre.
- Te tengo tu comida favorita.
- De verdad, no me apetece.
- Como sigas así me vas a preocupar. ¿Sigue sin cogerte el teléfono?
Un silencio se apoderó de la situación en ese momento, cosa que a Mari le respondió la respuesta formulada.
- Bueno, yo te dejo el plato en el microondas por si quieres comer más tarde. 


Mari se vistió y dejó a su hija durmiendo la siesta mientras que ella se iba decidida a solucionar el malentendido.


La casa donde vivían era alucinante y bastante grande, aunque ella tampoco se podía quejar, sin embargo ella no podía soportar a los vecinos cotillas que quieren enterarse de todo.
- Quien viviera en una casa, no en un bloque de vecinos... Ahhh...-dijo Mari a modo de deseo-.


Mari llamó al porterillo y Juan apareció por la puerta vestido de vaquero y con su pelo largo suelto. Sólo le faltaba el caballo y el sombrero, y el caballo ya lo tenía, así que...
- Buenas tardes Juan. ¿Te pillo en mal momento?
- No, estaba limpiando la cuadra.
- Si te pillo en mal momento me voy, no es inconveniente.
- Al contrario, necesito un descanso, llevo desde las 3 sin parar. Dime,-dijo Juan limpiandose las manos con un trapo que tenía colgado en la parte trasera del pantalón.


- Verás Juan,-dijo Mari con cara de preocupación-, Carlos lleva ya cerca de un mes hecho polvo, casi no come, me ha dicho que ya no le apasiona tanto la universidad como antes y que no quiere salir por ahí. Sólo está encerrado en su habitación.
- Mira Mari, Carlos se lo ha buscado. Si no le hubiera engañado a Carmen, nada de esto estaría pasando.
- Pero la cuestión es que Carlos no ha engañado a Carmen.
- ¿Entonces cómo llamas a lo que ha pasado?
- Malentendido, así se simple.
- Jajaja, déjame que me ría,-dijo Juan de forma sarcástica-.


La parte de la ciudad donde vivían Juan y Carmen era grandiosa y estaba rodeada de grandes mansiones, como la de enfrente de ellos.
- ¿Me dejas que me explique o vas a seguir partiéndote el culo como hasta ahora?
- Vale, vale,-dijo aguantando un poco la risa-.
- Resulta que el no es mi marido, ni mi novio ni nada por el estilo, es de mi familia, sí, pero no es nada de lo que creéis,- contaba seria Mari-.
- ¿Es tu primo o algo así? Su hermana imposible porque el único hermano que tenía era Ricardo, que en paz descanse.
- Ahí es donde te equivocas. Carlos era adoptado.


- Espera, espera un segundo, ¿te estás quedando conmigo?-preguntó incrédulo Juan-.
- Como te lo cuento. Cuando Ricardo tuvo el accidente, necesitó un transplante y Carlos se ofreció voluntario, sin embargo fue ahí cuando se enteró de que no tenían nada que ver sanguíneamente hablando.
- Jooooodeeer,- expresó Juan de forma tan malsonante ante la noticia-. Entonces, ¿cómo supiste que eras su madre?


- Yo sabía que era mi hijo, por lo que me presenté para limpiadora y él me contrató,-contaba Mari-, pero un día tuve un problema, un accidente doméstico y perdí mucha sangre y él me la donó; al hacer las pruebas resultó que había una coincidencia.


- Me acabo de quedar...-dijo Juan poniendo una cara de sorpresa que no pudo ocultar-. ¿De verdad que pasó todo eso?
- Sí. Por eso él está tan depresivo, porque no se atrevió a contárselo a Carmen.
- Pero es que,-continuó Juan-, tuvo que ser más valiente y habérselo contado. En casi 2 años de relación tuvo que habérselo dicho.
- Si tienes razón Juan,-contestó Mari-, pero ahora por culpa de este malentendido, Carlos cree que ha perdido a tu hija.


- Tenemos que pensar algo para tratar que se junten de nuevo,-dijo Juan pensativo-. ¡Ya sé! Podemos irnos a dar una vuelta tú y yo y en el camino se nos ocurrirá algo, estoy seguro.
- Buena idea. Pero antes,-interrumpió el paso de Juan-, debo ir a mi casa a por Laura, mi hija, que ya debe haberse despertado de la siesta. ¿Te importa?
- ¿A mi? Para nada. Al contrario, me encantan los niños.
- Perfecto, vamos a por ella.
- ¿Y si me ve Carlos?-preguntó Juan-.
- Si quieres quédate en el portal si no quieres verlos hasta que pensemos algo para que nuestros hijos se arreglen.
- Está bien,-dijo poco convencido-.


Los caminantes llegaron hasta el parque y ahí dejaron jugando a la pequeña mientras ellos seguía charlando de unas cosas y otras.


Laura, la hermanita de Carlos, era el vivo reflejo de su madre, sin embargo, los ojos eran exactamente iguales a los de Carlos y Paco.


Mientras tanto, Juan y Mari tocaron el tema de las parejas y tras contarle Mari todo lo sucedido con Paco, Juan empezó a relatar.
- Pues yo soy viudo.
- ¿Sí? Lo siento mucho, no tenía ni idea.
- Muchas gracias, pero ya no tiene importancia, ocurrió hace mucho, cuando mis hijas eran muy pequeñas.
- No sé si debería hacerte esta pregunta pero, ¿cómo murió?-preguntó Mari-.
- De cáncer. Tras un año y medio de tratamiento y de medio arruinarnos, el cáncer se la llevó.
- Oh... me da mucha pena.
- Yo estuve en tratamiento por depresión. Mi esposa era mi vida, y hasta ahora no he encontrado nada igual.


- ¿Estábais muy unidos?-dijo Mari-.
- La conocí con 15 años, y ella falleció con 35, hace ya 7 años. Por lo que ahora mismo tendría 42, siempre un año menos que yo por un mes y dos días.
- Pues es una lástima que falleciera, la verdad. Me encantaría verla.
- A ver que busque en la cartera... Ay, me la dejé en casa.
- Bueno, da igual, otro día me la enseñas. De todas maneras, otra cosa que te iba a decir, eres un hombre jóven y puedes reacer tu vida con otra mujer.
- Tú tienes más oportunidades, eres una mujer más joven que yo.
- Es verdad, que tú eres ahora un viejo. Por favor, si tengo 39. Sólo me llevas 4 años.
- Jajaja,-rió Juan-, será que no me he imaginado con otra mujer.


- ¿Y qué es en lo que más te fijas en una mujer?
- Pues lo primero en su mirada, lo segundo que sepa mantener una conversación, eso dice mucho de la persona; también... Bueno, ahora que caigo, ¿y tú en que te fijas de los hombres?
- Pasapalabra,-dijo en tono de risa-.


La tarde estaba pasando tranquila y animada mientras que a Juan su cabeza le daba vueltas. No era dolor de cabeza, pero la tenía como un cajón desastre. Esa mujer le había hecho plantearse muchas cosas que en 7 años ni se había imaginado. ¿Por qué?


Como se había tarde para Laura, Juan decidió acompañarlas a casa.
- Mari, ¿dónde está Carlos?
- A ver la hora... Ah, ahora mismo está en la facultad.
- Ah, vale.
- ¿Por?
- Bah, por nada en especial... Nada, te dejo, que me voy a mi casa ya, que Carmen no sabe dónde estoy.
- Venga, ten cuidado guapo,-dijo de forma cariñosa Mari-.


Al salir, Juan miró hacia atrás y se encontró con la mirada de Mari, la que también miraba hacia atrás. La vergüenza lo invadió en ese instante y empezó a bajar las escaleras.


Mari, en su cabeza, pensaba que era un hombre bastante atractivo pero que estaba aún demasiado unido a su difunta esposa como para llegar a algo... Sin embargo, no podía evitar que había algo en él que le provocaba las mariposas en el estómago.


Mari entró en su habitación, derretida y con una cara que era todo un cromo. Parecía una quinceañera cuando veía al chico que le gustaba. De repente, para su sorpresa, la puerta se abrió de golpe y Juan, que estaba bajo el marco, se le acercó, la agarró y la besó apasionadamente, correspondiéndole Mari abriendo la boca y dejando que sus lenguas jugaran entre ellas.


La pasión se apoderó de ellos y poco a poco la ropa fue cayendo al suelo, hasta quedarse en ropa interior.


Se tumbaron en la cama y ahí siguió el ritual de besos y caricias que se profesaban el uno al otro.


Con la mirada se lo decían todo. No hacía falta abrir la boca a no ser que fuera para besarse.


Tras hacer el amor con pasión desenfrenada pero, a la misma vez, con una dulzura innovadora en ambos, se miraron y se sonrieron a la vez...


...llegando Juan a quedarse profundamente dormido. Mientras tanto, Mari lo abrazó y su cabeza empezó a lanzarle preguntas casi seguidas como: ¿Quién es este hombre que hace que arda una sensación nueva en mi interior? ¿Esto que siento yo es recíproco? Si así lo es, ¿cómo lo van a encajar nuestros respectivos hijos? ¿Llegarán a unirse Carmen y Carlos de nuevo?



CONTINUARÁ...

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